Latinoamérica y El Caribe: ¿La región que dejaron atrás?

Editorial: A pocas semanas de concluida la Reunión de Alto Nivel sobre Cobertura Universal, nos preguntamos en este editorial si América Latina y el Caribe no se ha quedado atrás.


El veintitrés de septiembre de 2019, se realizó en la Ciudad de Nueva York la Reunión de Alto Nivel sobre Cobertura Universal Sanitaria donde los Estados miembros aprobaron una declaración política sobre la CUS. Uno de los desafíos globales que evidenció esta reunión de Alto Nivel (RAN) es la limitada o dispareja participación de la sociedad civil, en particular la de nuestra región. Cuando me refiero a limitada participación, hago referencia a las experiencias previas similares con la Reunión de Alto Nivel de sida o tuberculosis. Quizás estamos mal acostumbrados, pero en las reuniones similares específicas de alguna enfermedad, la sociedad civil pudo acceder a recursos para influenciar las misiones permanentes y los decisores en las capitales, participar activamente en alguna discusión previa y, quizás mucho más importante, en la reunión propiamente dicha como parte de una delegación con estatus ECOSOC o una delegación nacional.

Uno de los desafíos globales que evidenció la Reunión de Alto Nivel es la limitada o dispareja participación de la sociedad civil, en particular la de nuestra región.

En lo que respecta a la región, sobran los dedos de una mano para contar los participantes de la región en la RAN, no solo aquellos que trabajan en sida, tuberculosis, malaria o Salud Sexual y Derechos Reproductivos, sino también otras enfermedades, incluyendo las no comunicables.

¿Por qué ha pasado esto?

Interés: Por un lado, la Cobertura Universal Sanitaria (CUS) no ha tenido la suficiente tracción y atracción en los países, redes y organizaciones de la región. Salvo contadas ocasiones, muy pocas organizaciones se han involucrado en forma significativa en el tema.

Los gobiernos: En la mayoría de los países de LAC, similar a lo que pasó con la sociedad civil, el interés de los Estados fue muy limitado, a diferencia de otras regiones, lo que dificultó mucho lograr reuniones multisectoriales en los países o acceder a las misiones permanentes. De hecho, muchos gobiernos decidieron no incluir un solo representante de sociedad civil.

El idioma: Este desafío es una constante. La mayoría de los líderes de sociedad civil o no hablan el inglés o su fluidez es limitada para la comprensión de los documentos y la participación en la consultas.

Coyuntura política: América Latina atraviesa una serie de crisis políticas muy profundas como no se veían en nuestros países desde las décadas de los setenta y ochenta. Una mezcla de grandes movilizaciones que hacen frente a administraciones de modelos más neoliberales, por un lado, la corrupción rampante expuesta, los desafíos macroeconómicos y los cambios de administración en contexto altamente polarizados, por otro, puso las prioridades de la sociedad civil en otra dirección y el diálogo con el gobierno se volvió casi nulo.

Las organizaciones con estatus ECOSOC no
pudieron participar de la reunión.

Los sistemas multilaterales y los recursos: Latinoamérica y el Caribe se vienen cayendo de prioridad de las agendas de la cooperación internacional para el desarrollo y esto se ve reflejado en el limitado acceso de recursos para el trabajo de advocacy de la sociedad civil, como también, en el financiamiento de las Agencias del Sistema de Naciones Unidas para que faciliten estos diálogos en los países. El interés y conocimiento en las agencias es disparejo.

Los silos: Las organizaciones que trabajan en una enfermedad o grupo de ellas no tienen una tradición de coordinar los esfuerzos con otras organizaciones y redes de otros sectores, esto ha quedado una vez más en evidencia.

Mirando hacia delante

Para quienes trabajamos en salud, la agenda 2030, la implementación de la Cobertura Univeral en Salud en los países, el cumplimento de las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible 3, nuestra participación es crucial. La sostenibilidad de la respuesta a los temas la salud integral estará íntimamente vinculada y relacionada a como se implemente la CUS en nuestros países, que no es igual al acceso; y por ello, debemos tomar en consideración ambos aspectos.

Urge despertar a la sociedad civil de la región e invitarla a participar activamente, pues la CUS es por un lado la forma en que nuestros esfuerzos en las respuestas a los temas de la salud podrán ser sostenibles, como resultado de la movilización de recursos domésticos que sean asignados también a la sociedad civil para continuar su trabajo con las comunidades. No sólo necesitamos intensificar nuestros roles de monitoreo de nuestros gobiernos, por ejemplo, frente a la corrupción, sino que debemos exigir el mejor y más eficiente uso de los recursos, tanto los que ejecutan los servicios públicos como la sociedad civil. Todo esto requiere el desarrollo de nuevas alianzas con nuevos actores, diálogos hasta ahora poco habituales, y el consenso de agendas más amplias y abarcadoras.

La dimensión global es clave, debemos visibilizar los desafíos nacionales y regionales, en particular frente a la coyuntura política que enfrenta la región y que hace muy difícil poner en agenda temas como la salud. Tenemos diez años por delante pero el tiempo ya empezó a correr.

Invitamos a las organizaciones de la sociedad civil de LAC a que se sumen a las iniciativas y grupos globales y regionales, por ejemplo, en el ámbito internacional como el Civil Society Engagement Mechanism for UHC2030, que responde a las siglas de CSEM en https://csemonline.net y dentro de la región, en el grupo de discusión virtual que facilitamos desde Corresponsales Clave https://forms.gle/TN8ArbVLiak7EDih9

Por: Javier Hourcade Bellocq – Corresponsales Clave